Comentario al Diálogo III de la segunda parte de Furores de Bruno

29 de marzo de 2018

Fuentes

Bruno, Giordano. Los Heroicos Furores. Trad. María Rosario González Prada. Madrid: Tecnos, 1987. Impreso.

Duby, Georges. Historia de las mujeres en occidente. Vol. II. Barcelona: Círculo de Lectores,
1992.

Michel, P. H. La cosmologie de G. Bruno. Paris: Hermann, 1962. Impreso.

Notas

1. Sobre el modelo cortés véase el capítulo al respecto en (Duby 301-318)

2. Cf. Fedro, 244d: “Es más hermosa la locura que procede de la divinidad que la cordura
que tiene su origen en los hombres”, citado en la introducción de González Prada a la edición que
manejamos.

Texto original

Los Furores son editados por Bruno en 1585 en Londres, momento en que la Contrarreforma y una fuerte crisis política en Europa cubre el panorama social. La vida de transeúnte del autor, recogida en numerosas ediciones (i.e. Michel, 1962), no deja de pasar inadvertidos su carácter y formación en escolástica y literatura.
Este «prófugo errante», mártir a pesar de la Inquisición -institución que no solo pondría fin a su vida condenándolo a la hoguera como hiciera con otros; también haría lo mismo con sus obras- constituyó un símbolo nacional en la Italia decimonónica, momento a partir del cual su figura recobró popularidad. 
A pesar de ello, no contamos con todas sus obras, ya que algunas que constan en el Índice de Libros Prohibidos se han perdido definitivamente.

La obra De los Heroicos Furores está compuesta de dos partes que contienen un total de
diez diálogos, cinco en cada una, además de un prolegómeno en forma de epístola dirigido (como
es común estilísticamente en la época) al Señor Philip Sidney donde defiende la validez de la obra.
En dicha epístola explica que barajó titularla “Cántica” pero, ya acosado por las acusaciones de
herejía, se abstuvo por
El temor que he concebido frente al riguroso entrecejo de ciertos fariseos que así me considerarían profano por usurpar para mi natural y físico discurso títulos sagrados (...) de la misma manera que ellos, desalmados y maestros de toda bellaquería, usurpan (...) en tanto que esperamos el juicio divino que hará manifiesta su maligna ignorancia y la excelencia de la doctrina ajena, nuestra simple libertad y maliciosas reglas, censuras e instituciones de aquellos. (Bruno, 7)
El término Furor equivale a la “manía” platónica. Bruno, tanto como otros autores del Renacimiento, tomaba de Ficinio las nociones de su filosofía -muy divulgadas en la época-. Sobre
el conocimiento y la orientación hacia el amor se versará después.

Otro elemento, abierto a discusión, es la misoginia presente en el texto. Por un lado, contamos con que esta obra se encuadra en la tradición de los tratados de amor, que se remonta a Petrarca y al amor cortés. Nota 1

Por otro, especialmente relevante, es la inclusión de una Excusa a las más virtuosas y gentiles damas (londinenses), donde remarca que no son ellas quienes inspiran su ira, nos tendremos que remitir de nuevo a la epístola previa donde también desarrolla esta excusa:
Porque no quiero se cometa error, no quiero que sea media por el mismo rasero la dignidad de aquellas que han sido y son dignamente loadas y loables (...) cuando se razona acerca del sexo femenino no se debe ni puede entender alguna de las vuestras, que no deben ser consideradas parte de dicho sexo (...) A ninguna en particular debe ser reprochada la debilidad y condición del sexo (...) [porque] si en ello hay falta o error debe ser a la especie y a la naturaleza recriminado (Bruno, 10-11)
¿Es entonces un autor filógino o misógino? Una respuesta supera los fines de este trabajo,
no obstante, sirve para apuntar otro elemento de la obra: el uso de categorías ontológicas
aristotélicas.

Finalmente, cabe abordar el Diálogo Tercero (II Parte), que tiene por interlocutores a
Libero y Laodonio. Bruno explica el diálogo como sigue:
Declárese (...) el ser o modo de las potencias cognoscitivas y apetitivas. Se manifiesta allí cómo la voluntad es estimulada, encaminada (...) guiada por el conocimiento; y cómo, recíprocamente, el conocimiento es suscitado, formado y reavivado por la voluntad, procediendo ya la una por el otro [y viceversa] (...) Se pone en duda si el intelecto o la potencia cognoscitiva en general (...) sea mayor que la voluntad, la potencia apetitiva en general o el afecto, habida cuenta que no se puede amar más que entender (...) todo aquello que en cierta manera se desea se conoce también en cierto modo, y viceversa. De ahí que sea habitual llamar al apetito, conocimiento. (Bruno, 17)
En pocos autores encontramos una síntesis tan explícita de los elementos de su pensamiento
e intención de la obra como aquí en Bruno. En el diálogo, de corte platónico, se presenta la idea
de camino a Dios a través de la sabiduría. En él, Bruno pone a Liberio como principal expositor
de las preguntas, éstas sirven para introducir los poemas.

Pone en el Furioso (personaje de los diálogos) el lugar donde ocurre el debate entre los ojos
y el corazón. Se debaten en el diálogo acerca del conocimiento y la dependencia o correlación en
tre ambos. Finalmente, Laodonio concretará los avances de la discusión donde la noción de amor
“como furor" (ver nota 2) tiene un papel clave.
Los ojos “imprimen en el corazón y reciben la impresión del corazón”, ese es su oficio, como el del corazón a la inversa. Éstos aprehenden las especies y las pone en el corazón, donde son objeto de deseo que será a su vez transmitido a los ojos. En este sentido, podemos considerar el diálogo de tema gnoseológico.

Por último, merece especial atención al uso de la terminología. Nos indica el conocimiento
de la ciencia de la época (v.g. los humores y la medicina hipocrática-galénica) que posee el
AUTOR.

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