Lo que la Unesco llamó a cuenta de los procesos de descolonización como culturas del conflicto, reflejaba un choque de identidades comunitarias o de dimensión étnica, si se prefiere siguiendo las categorías de Barrera, que generó (amén de haberse resuelto) violencia, fricción entre las culturas autóctonas y las importadas o impuestas.
Observar el proceso desde el cual los artistas icónicos de las comunidades representan los valores, creencias y sentimientos, cómo los experimentan puede decirnos algo acerca de la identidad. Cada artista, cada individuo cuya función sea representar simbólicamente algo suyo, sea ésta una figura socialmente estatuida, institucionalizada, que siga unos patrones y configuraciones preestablecidos, tenga un papel litúrgico o de ritual aceptado comunitariamente o al margen suyo, pero en ella, reivindica sus pertenencias en términos de identidad y transforma o refleja la violencia en su obra.