Las propuestas de Ryle en El concepto de lo mental se abren al lector en un tono desenfadado con el interés explicativo y la forma de ensayo propias del filósofo. A lo largo de los diez capítulos que forman el libro, se adentra al lector en los entresijos de la mente y de la discusión que funda la rama filosófica.
A partir del juicio a las propuestas cartesianas en relación con la mente y el cuerpo, se articula una nueva posición filosófica que sería conocida bajo la nómina de "Conductismo lógico". Es por ello, por lo que tiene especial relevancia una lectura pausada, independientemente de la construcción lingüística poco compleja, pero innovadora, que se utiliza para la exposición. Esto es así, porque la propuesta general parte del análisis de conceptos, y son los conceptos la "herramienta" preferida de Ryle para oponerse al «fantasma de la máquina». Parece de especial importancia el capítulo primero, del mito de Descartes, para introducirse en el campo de los errores categoriales que hacen desechar la teoría de la doble vida, y otras hipótesis paramecánicas. Ryle viene a sostener -y sirva como ejemplo- la afirmación de que la frase «hay procesos mentales» no significa «hay procesos físicos» por tanto, no tiene sentido la discusión sobre la oposición entre Mente y Materia. La propuesta no deja de perseguir una lógica correcta de los conceptos que se utilizan en la discusión de lo mental y en la caracterización del comportamiento de individuos.
Parte del desvelamiento de lo oculto en la propuesta de Ryle alude a la diferencia entre describir el ejercicio de cualidades mentales en los demás, y suponer que ello refiere a episodios ocultos que causaran expresiones y actos manifiestos (tal suposición es un error, se dice) o hacer referencia a las expresiones y actos en sí mismos (lo que supondría hacerlo correctamente). Para ello rechaza la doctrina intelectualista de la inteligencia como aprehensión de verdades; ser inteligente, desde la propuesta de Ryle, se entiende como satisfacción y aplicación de criterios, lo cual es un giro importante en -la trayectoria de- los planteamientos anteriores a éste.
La utilización sagaz por parte del filósofo del estilo argumentativo de regreso al infinito, pone en jaque toda la estructura cartesiana-dualista, así pues, el texto no deja de ser un manual, en sentido práctico, para todo estudiante de filosofía y argumentación que desee estudiar la aplicación del estilo o leer filosofía en acción.
Podemos trazar un amplio abanico de conceptos de lo mental a partir del riguroso estudio propuesto en el libro. De la inteligencia, sobre comportarse inteligentemente frente "al hacer por hábito"; Del aprendizaje, de la aprehensión y del saber; De las emociones, motivaciones, estados de ánimo, conmociones y sentimientos, y un largo e interesante etcétera.
A lo largo de todo el texto puede sentirse un argumento, de un lado, sobre el aprendizaje, que viene a postular que es un hecho que aprendemos conceptos mentales por conexión (necesaria y suficiente) con patrones de conducta. Esta es una de las tesis fundamentales en toda la propuesta, y que merece una atención cautelosa. Y de otro lado, sobre la conducta y la mente, que indica que observando el comportamiento público se descubre el funcionamiento de otras mentes, siendo subsidiaria la cuestión de cómo tales cosas funcionan. Es posible determinar la existencia de otras mentes siguiendo una especie de retroalimentación comunicativa (similar al entendimiento), esto es, comprendiendo las cosas que se hacen, mientras que inferir qué hace la mente a partir de lo que hace el cuerpo no es posible, rechazando así el dualismo y solventando tal vez el problema que éste generaba acerca de las otras mentes.
Al hilo de las distinciones conceptuales antes mencionadas, cabe añadir la distinción entre las sensaciones de percepción sensorial (las que están conectadas a los órganos) y las sensaciones que no lo son. Ryle propone distinguir entre sensación, que ni es correcta, ni verdadera, ni observable, ni lo contrario; y observación, tarea que puede ser ardua y exitosa, cuya pretensión es «descubrir o tratar de descubrir». La referencia al grado, la manera y los objetos propios de la observación forman parte de la descripción de la inteligencia de una persona y su carácter, pero la referencia a sus aptitudes sensoriales o a las sensaciones no forman parte de esa descripción, concluye.
No abandona su empeño semántico cuando propone la discusión de los conceptos relacionados con la emotividad y sentimiento, cuando distingue entre motivaciones, estados de ánimo y conmociones, y sentimientos. Los tres casos primeros ni son acaecimientos -dice- ni actos ni estados, no se manifiestan. Los sentimientos son definidos como condiciones temporarias que aglutinan acaecimientos, y, en su conjunto, estas diferencias aquí acaso citadas, en relación con la descripción de comportamientos muestran sentidos diferentes, pero ninguno implica que el comportamiento visible del sujeto sea el efecto de perturbaciones en la corriente de su conciencia. Niega toda teoría que suponga antecedentes o procesos ocultos-internos de las acciones.
Se ha hablado del estilo argumental del regreso al infinito, esta fórmula es con la que se niega la existencia de las voliciones, en el conflicto con la relación causal. Ryle muestra que es dudoso el conocimiento de la existencia de voliciones, de actos mediante los cuales la mente llevaría sus ideas a la práctica. Con todo, el filósofo postula, en su solución semántica al problema mente-cuerpo que términos como «voluntad» carecen de utilidad, cuán flogisto.
Además, otro cambio que Ryle introduce en la materia es acerca del acceso privilegiado al conocimiento. Sugiere que no existe un tipo de acceso especial, de clase, sino de grado, y la introspección deja paso a la retrospección. En esto, cabe especial mención al problema con los hipócritas (que aparentan actuar por motivos diferentes de los reales) o impostores (que se comportan deliberadamente de la misma manera que quien no lo son), personas cuyas cualidades y estados mentales son difíciles de valorar. El problema deja de serlo cuando se sabe que estamos familiarizados con las técnicas que permiten evaluar actos -también los de los impostores e hipócritas- de forma que no es muy difícil detectar el timo. Conocer la estrategia del timador es algo que descubrimos de los demás, pero también de nosotros mismos.
Se ha tratado de exponer, en los párrafos que preceden a éste, un repaso muy general acerca de las propuestas que guían el estudio por cuestiones como la imaginación, el comportamiento, el intelecto, la voluntad y la emoción, cuestiones y conceptos que emplea todo el mundo, y se ve en ello la grandeza de la dedicación al estudio de tales quehaceres.
REFERENCIA: Ryle, G. (2005). El concepto de lo mental/the Concept of Mental (Vol. 4). Editorial Paidós.